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Caperucita Roja y el lobo feroz
Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.

Caperucita era una niña que quería mucho a su abuelita, y un día su madre le dio una cesta llena de comida para que llevara la merienda a la abuelita, que vivía en una casa en el bosque.

La madre le advirtió que mientras estuviera en el bosque no se apartara del camino, y que no se entretuviera. Caperucita, obediente, se fue a casa de la abuelita haciendo como le había dicho su madre.

Cuando ya estaba en el bosque, se encontró con el lobo, quien le preguntó hacia dónde iba. Caperucita le contestó que a casa de su abuelita, que estaba enferma, a llevarle una merienda; y le dijo todo lo que llevaba en la cesta.

Entonces el lobo retó a Caperucita a correr una carrera hacia la casa de la anciana. Le dijo que había dos caminos, uno largo y uno corto. Le afirmó a Caperucita que dejaría que ella tomara el corto y que él tomaría el largo, pero el muy astuto le enseño los caminos al revés y Caperucita, sin saberlo, tomó el camino largo.

Un cazador que pasaba por allí vió pasar al lobo a la carrera que, obviamente, llegó antes a la casa de la abuelita para imitar a Caperucita llamando a la puerta. La abuelita, engañada por el lobo, entró y se la comió de un solo bocado. Se puso la ropa para hacerse pasar por ella y se metió en la cama a esperar a Caperucita que había olvidado los consejos de su madre, y paseaba tranquila por el bosque recogiendo flores por el largo camino.

Al tiempo, Caperucita llegó a la casa de su abuelita muy contenta.

La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.

- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!

- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.

- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!

- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.

- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!

- ¡Son para comerte mejor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.

Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.

El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.

Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.

En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.