El riesgo de la prima


No lo conozco pero ese tal Riesgo debería decirle a su prima que dejara de joder a los países donde están las raíces de lo que hoy es o pretende ser Europa. No comprendo cómo un único tipo, el tal Riesgo, tiene en jaque a todo el mundo civilizado (Grecia, Portugal, España, Italia) porque los demás suelen ser germanos o hugonotes, es decir, plebe y meapilas. Y todo debido a que el sujeto no es capaz de ponerse los pantalones ante su prima, plantarse ante ella y escupirle a la cara que, ya que tanta amistad tiene con “los mercados”, los meta en cintura enseñándole los dientes.

Debería producirse una rebelión de nacionalismo grecolatino, ¿qué coño va a ser esto de estar dale que te pego con la prima de Riesgo? Primero, a darle a Riesgo y a su prima la badana que se merecen, que ya luego nos entenderemos con los políticos que se han interesado más por endeudarse en “los mercados” que por la vida honesta y sin delirios de grandeza, unos políticos que son el reflejo de buena parte de la sociedad, a la que han acostumbrado mal, como a los niños mimados, que si no quieren verdura les ponemos pescado y si no quieren pescado les ponemos carne y, si tampoco, le damos una mierda de McDonald porque “un millón de moscas no pueden equivocarse: coma mierda”.

Los Estados venden a los mercados pero, ¿quiénes son los mercados? ¿Familiares de la prima de Riesgo y por tanto de Riesgo mismo? Los mercados tienen nombres y apellidos, se juegan su dinero (que no es suyo del todo pero ellos lo dicen y se acabó) comprando bonos de los estados pero a cambio les ponen unos deberes tremendos que al final tenemos que hacer todos. Mientras hacemos y no hacemos lo deberes, la prima de Riesgo y su puta madre están ahí como una espada de Damocles. Si los deberes no se hacen, vienen a rescatarnos pero no gratis sino con más primas y hermanos y cuñados y esto es un círculo vicioso derivado de un sistema viciado que creyó en los ingenuos (o interesados) Adam Smith, Jefferson, Milton Friedman, Hayek o Von Mises, con esa trola de que si dejabas al individuo “de bien” (o sea a ellos y a las corporaciones que vinieron detrás) hacer lo que les viniera en gana, todos saldríamos ganando. Si las cosas iban bien, era virtud mercantil y si salían mal la responsabilidad era del Estado y de lo público en general, que aplastaba a las criaturitas y no las dejaba expandir su misión redentora. Franco tenía la conspiración judeo-masónica-comunista y estos la estatal y la pública (la comunista, por supuesto, ésa no falta nunca, es como el Cid Campeador, da miedo hasta muerta, en su caballo de batalla).



¿Cómo es posible que hayamos llegado a esta situación? ¿Dónde estaba la izquierda? ¿Dónde está? Le da vergüenza, con la caída del Muro y de la URSS está avergonzada. Ahora se llama a sí misma “indignada”, para no espantar a la clientela dicen los indignados que no son ni siquiera políticos cuando en el mundo todo es política económica o economía política. Han inventado la rueda. Antonio Machado le dijo a la juventud: “Tenéis que hacer política porque, si no, la política se hará contra vosotros”. Franco afirmaba que la subversión nunca descansaba y era verdad, yo me reunía en la clandestinidad de la noche, acojonado unas veces más que otras, fuera el tiempo que fuera y a altas horas de la noche-madrugada. Pero ahora los indignados –de Sevilla, por ejemplo- están con papá y mamá en la playa o de marcha por esas universidades de verano, qué guay todo, tío. O en Madrid, que mola más. Y en Madrid, los medios de comunicación de la derecha tienen razón: doscientos o trescientos sujetos y sujetas –que no saben ni por dónde caminan- están jodiendo el turismo y los ingresos de los pequeños comerciantes que les daban de comer a los pijos anarquistas y trotskistas hace bien poco.

He releído a Hessel estos días y su opúsculo es un despropósito socialdemócrata de izquierdas, confuso, sin método, sin basamento, sin salida: sí pero no, no pero sí. Desconcertante, es verdad, indigna, tiene razón, me ha indignado mucho más que cuando lo leí la primera vez. Pero se comprende por qué Rubalcaba está confuso, entre el voto y su conciencia, pobre hombre, ¿cómo se puede confiar en alguien que quiere ser presidente de una potencia mundial y no sabe ni qué hacer con trecientos chavales porque teme perder votos y su careta de progre? Y, ¿cómo se puede confiar en un Rajoy que no tiene cojones ni para decir claro y alto lo que cree que debe hacer –si es que lo sabe- para mandar al carajo a la prima de Riesgo y a Riesgo mismo? ¿También teme perder votos? Esto qué es, ¿una democracia y el consultorio de Maquiavelo?


Con este panorama la prima de Riesgo campa y campará por sus respetos porque lo que tienen que hacer los indignados es retirarse a casa a estudiar y a trazar estrategias revolucionarias en lugar de revoltosas (que se les vuelven en su contra) para preocupar y meterle miedo de verdad a Riesgo y a su prima. Alfonso Usía afirmaba en su columna de un diario en la línea de los que están “encantados de ser de derechas”, que con la visita del Papa la izquierda está levantando una polvaredilla pero que está bien que los comunistas se dediquen a sus neurosis obsesivas mientras de todas formas la vida seguía. Tiene razón. El Papa representa a un Estado totalitario y represor, se dice en un comunicado y ya está. Lo demás, si quieren convertir a Dios es un espectáculo, como dicen algunos teólogos, eso es problema de ellos, nosotros a los nuestro, a organizarnos con claridad contra Riesgo, contra su prima, contra todas las religiones opresoras de la libertad del sujeto y contra la madre que parió todas estas desgracias. Como afirmó Nietzsche en El Anticristo, el cristianismo es la desgracia más grande que le ha caído encima a la humanidad, lo que pasa es que también es una empresa (son humanos, lo siento) que tiene que vender sus productos –tangibles y no- con un marketing determinado. Por fortuna para ella tiene un público abundante. Pues la felicito, yo tengo otras ocupaciones. Una de ellas, ocuparme de que la prima de Riesgo deje de darme por mi orificio anal.

Ramón Reig (Periodista y Profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla)